Cuando los periodistas le preguntaban al artista oaxaqueño Francisco Toledo ¿Qué quiso decir con tal o cual obra?, él solo se limitaba a responder: “No lo sé, tendrá que llevarme al psiquiatra para que le responda”.
Como hombre de pocas palabras, era claro que su lenguaje era el visual y su pensamiento viajaba en forma de imagen, de la cabeza al material, que con frecuencia él mismo confeccionaba, para crear la obra de arte. Quizá porque su lengua materna era el zapoteco, nunca se sintió del todo cómodo hablando español con la prensa, a la que manejaba con magistral vehemencia, pues si algo andaba mal socialmente en Juchitán o en Oaxaca, era indispensable recurrir a Toledo.