En el mundo del arte, como en otros ámbitos, las mujeres han tenido que trabajar duro para ganarse un lugar. Es común escuchar la expresión “señora que pinta” para referirse a una mujer artista, a la que de entrada se demerita su propuesta a un pasatiempo.
Lo cierto es que el arte ha sido una forma de expresar las necesidades del feminismo y visibilizar situaciones violentas y desiguales normalizadas. Las artistas feministas en México están en constante diálogo para romper paradigmas a través de su trabajo visual. Son artistas activistas que manifiestan sus demandas a través de intervenciones, fotografías, colectivos y conversatorios.
El año pasado tuve la oportunidad de inscribirme en un proyecto organizado por la -artivista- Cerrucha, quien invitó a las más legendarias representantes del arte feminista y a un par de sociólogas, como yo, para ofrecer talleres de pensar feminista. Esta iniciativa se llama MUTUA y sus programas se ejecutan vía zoom. Al final del taller con Mónica Mayer, había que entregar un trabajo propio y como yo no soy artista, me decidí por escribir una autocrítica a nosotras las feministas y, en especial, al gremio involucrado en el arte plástico. Considero que hay una importante evolución en ser autocrítico y buscar mejores mecanismos de respuesta ante cualquier problemática. ¿No el primer cambio tiene que empezar en nosotras mismas?