Juan Soriano, quien este agosto habría cumplido 100 años y a quien sus amigos llamaban “El niño de los mil años”, por su simultánea sabiduría y frescura, descubrió su vocación plástica en la cocina. Su madre y su nana le permitían estar presente mientras se realizaban las labores propias del lugar y él pasaba este tiempo entretenido con el migajón del pan, que fue el material iniciático que usó para construir las primeras esculturas de su vida y, sobre todo, para encontrar su destino.

La cocina es este lugar de alquimia amorosa donde se originan las celebraciones, los momentos felices alrededor de la mesa y, además, se desarrolla la creatividad de una manera única y efímera, aunque constante.

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